Historia de la Cueva Santa
Es el Santuario de la Bienaventurada
Virgen de la Cueva Santa, un centro de peregrinaciones populares de toda
la región, constituido por un conjunto de edificaciones destinadas a
fines religiosos y a hospedería.
La Cueva propiamente dicha es una
oquedad de veinte metros de profundidad, originada por un fenómeno de
erosión cársica, llamada antiguamente "Cueva del Latonero" (del almez),
por la que desciende una escalera hasta el recinto donde se halla la
capilla de la Virgen, construida en el s. XVII en la profundidad de la
cueva y cerrada por una reja.
La imagen es un relieve busto de la
Virgen, labrado, según la tradición, por fray Bonifacio Ferrer, hermano
de San Vicente, monje de la Cartuja de Valldecrist. El hallazgo de la
imagen lo atribuye la tradición a un pastor que, a principios del s.
XVI, guardaba su rebaño en las inmediaciones de la cueva.
Irrumpe con gran fuerza la devoción
hacia la Cueva Santa en tiempos de Felipe II, impulsada por los
prodigios que se atribuían a sus aguas, lo que llevó a grandes
concentraciones de gentes y a la necesidad de estructurar todo lo
relacionado con el incipiente culto y devoción del lugar.
Durante el pontificado de Ruiz de Liori
(1579-1582) empezó a tener renombre la imagen de la Cueva Santa en su
intervención en rogativas solicitando lluvia, lo que impulsó el canónigo
Jerónimo Decho y su familia, que era la propietaria del lugar donde
estaba la cueva con la imagen, construyendo un pequeño altar y una reja
que lo cerrase, e iniciando la celebración de cultos en aquella
estancia.
La Virgen de la Cueva Santa es desde
1955 patrona de los espeleólogos españoles, y desde 1961 patrona de la
diócesis de Segorbe-Castellón juntamente con San Pascual Bailón.
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