El 11 de junio de 1679 el rey Carlos
II firmaba la Provisión Real por la que se permitía el asentamiento de
la Orden Carmelita en Liétor, villa perteneciente a una de las
encomiendas de la Orden de Santiago. El 28 de noviembre del mismo año,
los tres primeros monjes de la nueva fundación se reunían en la ya
desaparecida Ermita de Nuestra Señora de la Concepción, iniciándose
definitivamente la andadura de la comunidad carmelitana en Liétor (1).
Esta primitiva ermita, se
constituiría como la primera y provisional iglesia de los frailes, hasta
que en el año 1700, Francisco de San Joseph, maestro de obras de los
Carmelitas Descalzos, diese por finalizada la construcción; primero de
las nuevas dependencias conventuales propiamente dichas, y
posteriormente de su nuevo templo, dedicado inicialmente a Nuestra
Señora de la Concepción y a San Juan de la Cruz. Tal denominación
quedaría pronto reducida solamente al místico carmelita (2).
Lo que en un principio fue
una pequeña comunidad con escaso número de frailes, creció
imparablemente, al igual que lo hizo su importancia como centro
cultural, y religioso, especialmente durante los siglos XVIII y XIX.
Buena muestra de ello sería la introducción de las devociones
carmelitanas en la piedad de los habitantes de la población, tales como
la del titular del convento, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús
y, especialmente, la de la patrona de la Orden: la Virgen del Carmen.
Todas calaron rápidamente en la religiosidad popular. Tal creciente
devoción mariana quedaría materializadas es su retablo mayor, según
quedó plasmado en los inventarios del convento:
En el presbiterio estaba instalado el retablo de la Capilla mayor con seis columnas de talla y mesa de altar, todo dorado pintado y un nicho en el que se halla N.S. del Carmen con su Niño vestido de tela de seda con corona de Oja de lata, y una media luna para los pies de plata, y el niño adornado con varios juguetes de plata del peso de cuatro onzas pendientes de una cadenita también de plata… (3)
Como vemos, una imagen de
Nuestra Señora del Carmen presidía el retablo mayor; lo hacía desde el
año 1780, aunque suponemos que llegaría a Liétor ese mismo año o poco
tiempo antes.
El historiador albaceteño García-Saúco dató la ejecución de esta imagen entre los años 1770 y 1788 (4),
pudiendo acotar la fecha de su creación evidentemente hasta el año de
su entronización en el retablo del presbiterio. En relación a su
autoría, y creemos que muy acertadamente, el historiador antes referido
la señaló como obra salida de la mano del escultor murciano Francisco
Salzillo y Alcaraz, el cual concibió esta obra como una imagen de
vestir, con cabeza, manos y Niño tallados en madera y policromados. La
imagen, con una altura de 152 cm, se presenta al culto provista con el
atuendo tradicional carmelita, saya y escapulario de color marrón y
manto blanco. Además, fue provista de otras alhajas, como una media luna
a los pies, y de otros elementos propios del momento, como ramilletes
de flores colocados en las manos del Infante, lazos en el hábito,
etcétera.
Francisco Salzillo centró su
atención en las partes talladas de la imagen. La frondosa y castaña
cabellera ondulada de María cae sobre sus hombros y espalda, dejando
despajados la cabeza y el cuello. De bello rostro, y tez casi de
porcelana, deja ver unos ocultos coloretes en sus mejillas, difuminados
bajo una poco apropiada pátina lechosa, producto de desafortunadas
intervenciones posteriores. A pesar de esto, Salzillo, que consiguió
plasmar el rostro de una mujer adulta, serena y de mirada sencilla, no
prestó menos atención a la hora de concebir la imagen del Niño Jesús, el
cual posee un cuidado estudio anatómico. Salzillo plasmó un frágil
cuerpo infantil, con graciosos pliegues en la barriga, las piernas y los
ligeramente alzados brazos. Entre sus parcialmente amputados dedos,
sustenta el escapulario carmelita, típico de la iconografía de esta
advocación.
De los muchos inventarios
conservados sobre los bienes del convento, también extraemos gran parte
del rico ajuar con el que la Virgen contaba, y del cual aún guardamos
algunas muestras, como coronas, cascabeleras de plata para el Niño,
mantos y sayas de raso, damasco, tafetán, bordados, enaguas,
escapularios y cetros... Serán algunos de los muchos ornatos de los que
disponía y dispone en la actualidad la imagen.
Al no poder concretar el año
exacto de su llegada a la villa, suponemos que si llegó antes de
presidir el retablo mayor, ocuparía un lugar distinto ante los ojos de
los leturarios. Posiblemente, la imagen de la Virgen del Carmen fue
venerada primero y brevemente en la única capilla del lado del Evangelio
de la iglesia conventual, la actualmente dedicada a la Samaritana,
antiguamente de Nuestra Señora de los Dolores, y que según José Sánchez
Ferrer y Francisco Navarro Petrel, estuvo presidida posiblemente por el
barroco retablo que hoy alberga la imagen de Jesús Nazareno en la
Parroquia de Santiago de la misma localidad (5).
En el año 1788 se colocó el
bocaporte que en determinados periodos del año ocultaba la imagen de
Nuestra Señora del Carmen, un lienzo de grandes dimensiones realizado
por el pintor murciano Joaquín Campos (6).
Como vemos, el ornato en torno a
la Virgen carmelitana crecía con los años, al igual que lo hacia su
devoción entre los habitantes de Liétor, que aunque tenían como Patrona
oficial a Nuestra Señora del Espino, venerada en la Parroquia de
Santiago, desviaron parte de su piedad hacia esta nueva imagen mariana
tan del gusto de la época, cuyo culto además contaba con el impulso de
los monjes carmelitas. El apogeo de esta advocación mariana debió
producirse desde el año de su llegada a Liétor, prolongándose hasta bien
entrado el siglo XIX, tiempo suficiente para calar hondamente entre los
habitantes de la zona.
En el año 1835, con la
Desamortización de los bienes de la Iglesia, el Convento de San Juan de
la Cruz queda clausurado y sus monjes abandonarán para siempre la
localidad. A pesar de que gran parte de los retablos, imágenes, cuadros,
e incluso el órgano, de la iglesia del Convento fueron llevados a la
Parroquia de Santiago, la iglesia seguía considerándose como lugar de
culto, pasando a tomar el nombre de Nuestra Señora del Carmen. Con todo
esto, el descuido sobre el templo llevó a la venta de su retablo mayor,
al que anteriormente nos referimos, en el año 1890, llevándose a la
Iglesia de Santo Domingo de Murcia, donde desapareció en 1936.
La desaparición de los
carmelitas en Liétor no generó efectos negativos en la devoción a la
patrona de la Orden, que sigue creciendo con los años, continuándose el
culto a esta advocación que terminó imponiéndose a la anteriormente
referida del Espino, cuyos orígenes, según Navarro Pretel, los podemos
encontrar probablemente en el primer cuarto del siglo XVII, alcanzando
el patronazgo sobre Liétor en el año 1691.
Según la tradición, plasmada en el Pensil del Ave María de Villalba y Córcoles (7),
la Virgen se apareció en un espino a Gil de Cantos, salvándolo del
ataque de una culebra. En agradecimiento, Gil de Liétor, como sería
conocido posteriormente, trajo desde el puerto de Alicante una imagen de
alabastro que sería entronizada en el altar mayor de la Parroquia de
Santiago, construyéndosele después una capilla, y en ella, ya en el
siglo XVIII, un fantástico retablo barroco aún conservado.
Como ya indicamos, la
devoción a la Virgen del Espino mermó a favor de la devoción a la Virgen
del Carmen, lo que se materializó en la pérdida de la imagen de la
antigua patrona en el siglo XIX, quedando el camarín huérfano de imagen
mariana. Esto favoreció que, tras el cierre del convento y progresivo
deterioro de la iglesia de éste, la imagen de la Virgen del Carmen fuese
trasladada a la Parroquia de Santiago, y adaptado el bacaporte del
camarín a su nuevo retablo del Espino. Hecho que no podemos dar por
seguro hasta 1909, año en el que la Hermandad de Nuestra Señora del
Carmen reclama el patronato oficial sobre Liétor de su Virgen titular,
alegando el párroco la ausencia desde muchos años atrás de una imagen de
la patrona oficial.
En 1950, el Ayuntamiento de
la localidad encarga al escultor alicantino José Sánchez Lozano una
nueva imagen de Nuestra Señora del Espino, que presidirá de nuevo el
retablo al que da nombre en la Parroquia de Santiago, acotándose la
presencia de la Virgen del Carmen en el templo solo los días de su
novenario y festividad en el mes de julio, costumbre que actualmente ha
desaparecido, centrándose su culto solo en la iglesia del convento.
En relación a sus cultos,
populosas fueron las procesiones de la Virgen del Carmen por las
abigarradas calles de Liétor, acompañada por las imágenes de Santa
Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz. Perfecta muestra de la
religiosidad propia del siglo XVIII que, desgraciadamente y en la
actualidad, se perdió, para que cada 16 de julio la única protagonista
del cortejo sea la imagen de la Virgen.
En nuestros días, el ruinoso
convento letuario sigue asomándose gallardo a la vega del río Mundo, y
constituye uno de los símbolos de la población albaceteña, perfecto
ejemplo de la simbiosis entre arte y naturaleza. Vetusto es Liétor, y
entre sus muros de cal y canto, ladrillo y piedra, guarda una pequeña
joya, que urge de una pronta y correcta restauración, que desde estas
líneas reivindicamos, la cual devolvería el esplendor y la belleza
original que Francisco Salzillo plasmó sobre la madera con la gubia y el
pincel.
AUTOR DE LOS DATOS HISTORICOS: Francisco Javier Donate Córcoles. Licenciado en
Historia del Arte y Humanidades por la Universidad de Castilla de La Mancha.
Historia del Arte y Humanidades por la Universidad de Castilla de La Mancha.
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