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15 de febrero de 2014

LIÉTOR (Albacete). NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN.

El 11 de junio de 1679 el rey Carlos II firmaba la Provisión Real por la que se permitía el asentamiento de la Orden Carmelita en Liétor, villa perteneciente a una de las encomiendas de la Orden de Santiago. El 28 de noviembre del mismo año, los tres primeros monjes de la nueva fundación se reunían en la ya desaparecida Ermita de Nuestra Señora de la Concepción, iniciándose definitivamente la andadura de la comunidad carmelitana en Liétor (1).
Esta primitiva ermita, se constituiría como la primera y provisional iglesia de los frailes, hasta que en el año 1700, Francisco de San Joseph, maestro de obras de los Carmelitas Descalzos, diese por finalizada la construcción; primero de las nuevas dependencias conventuales propiamente dichas, y posteriormente de su nuevo templo, dedicado inicialmente a Nuestra Señora de la Concepción y a San Juan de la Cruz. Tal denominación quedaría pronto reducida solamente al místico carmelita (2).
Lo que en un principio fue una pequeña comunidad con escaso número de frailes, creció imparablemente, al igual que lo hizo su importancia como centro cultural, y religioso, especialmente durante los siglos XVIII y XIX. Buena muestra de ello sería la introducción de las devociones carmelitanas en la piedad de los habitantes de la población, tales como la del titular del convento, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y, especialmente, la de la patrona de la Orden: la Virgen del Carmen. Todas calaron rápidamente en la religiosidad popular. Tal creciente devoción mariana quedaría materializadas es su retablo mayor, según quedó plasmado en los inventarios del convento:

En el presbiterio estaba instalado el retablo de la Capilla mayor con seis columnas de talla y mesa de altar, todo dorado pintado y un nicho en el que se halla N.S. del Carmen con su Niño vestido de tela de seda con corona de Oja de lata, y una media luna para los pies de plata, y el niño adornado con varios juguetes de plata del peso de cuatro onzas pendientes de una cadenita también de plata… (3)

Como vemos, una imagen de Nuestra Señora del Carmen presidía el retablo mayor; lo hacía desde el año 1780, aunque suponemos que llegaría a Liétor ese mismo año o poco tiempo antes.
El historiador albaceteño García-Saúco dató la ejecución de esta imagen entre los años 1770 y 1788 (4), pudiendo acotar la fecha de su creación evidentemente hasta el año de su entronización en el retablo del presbiterio. En relación a su autoría, y creemos que muy acertadamente, el historiador antes referido la señaló como obra salida de la mano del escultor murciano Francisco Salzillo y Alcaraz, el cual concibió esta obra como una imagen de vestir, con cabeza, manos y Niño tallados en madera y policromados. La imagen, con una altura de 152 cm, se presenta al culto provista con el atuendo tradicional carmelita, saya y escapulario de color marrón y manto blanco. Además, fue provista de otras alhajas, como una media luna a los pies, y de otros elementos propios del momento, como ramilletes de flores colocados en las manos del Infante, lazos en el hábito, etcétera.
Francisco Salzillo centró su atención en las partes talladas de la imagen. La frondosa y castaña cabellera ondulada de María cae sobre sus hombros y espalda, dejando despajados la cabeza y el cuello. De bello rostro, y tez casi de porcelana, deja ver unos ocultos coloretes en sus mejillas, difuminados bajo una poco apropiada pátina lechosa, producto de desafortunadas intervenciones posteriores. A pesar de esto, Salzillo, que consiguió plasmar el rostro de una mujer adulta, serena y de mirada sencilla, no prestó menos atención a la hora de concebir la imagen del Niño Jesús, el cual posee un cuidado estudio anatómico. Salzillo plasmó un frágil cuerpo infantil, con graciosos pliegues en la barriga, las piernas y los ligeramente alzados brazos. Entre sus parcialmente amputados dedos, sustenta el escapulario carmelita, típico de la iconografía de esta advocación.
De los muchos inventarios conservados sobre los bienes del convento, también extraemos gran parte del rico ajuar con el que la Virgen contaba, y del cual aún guardamos algunas muestras, como coronas, cascabeleras de plata para el Niño, mantos y sayas de raso, damasco, tafetán, bordados, enaguas, escapularios y cetros... Serán algunos de los muchos ornatos de los que disponía y dispone en la actualidad la imagen.
Al no poder concretar el año exacto de su llegada a la villa, suponemos que si llegó antes de presidir el retablo mayor, ocuparía un lugar distinto ante los ojos de los leturarios. Posiblemente, la imagen de la Virgen del Carmen fue venerada primero y brevemente en la única capilla del lado del Evangelio de la iglesia conventual, la actualmente dedicada a la Samaritana, antiguamente de Nuestra Señora de los Dolores, y que según José Sánchez Ferrer y Francisco Navarro Petrel, estuvo presidida posiblemente por el barroco retablo que hoy alberga la imagen de Jesús Nazareno en la Parroquia de Santiago de la misma localidad (5).
En el año 1788 se colocó el bocaporte que en determinados periodos del año ocultaba la imagen de Nuestra Señora del Carmen, un lienzo de grandes dimensiones realizado por el pintor murciano Joaquín Campos (6).
Como vemos, el ornato en torno a la Virgen carmelitana crecía con los años, al igual que lo hacia su devoción entre los habitantes de Liétor, que aunque tenían como Patrona oficial a Nuestra Señora del Espino, venerada en la Parroquia de Santiago, desviaron parte de su piedad hacia esta nueva imagen mariana tan del gusto de la época, cuyo culto además contaba con el impulso de los monjes carmelitas. El apogeo de esta advocación mariana debió producirse desde el año de su llegada a Liétor, prolongándose hasta bien entrado el siglo XIX, tiempo suficiente para calar hondamente entre los habitantes de la zona.

En el año 1835, con la Desamortización de los bienes de la Iglesia, el Convento de San Juan de la Cruz queda clausurado y sus monjes abandonarán para siempre la localidad. A pesar de que gran parte de los retablos, imágenes, cuadros, e incluso el órgano, de la iglesia del Convento fueron llevados a la Parroquia de Santiago, la iglesia seguía considerándose como lugar de culto, pasando a tomar el nombre de Nuestra Señora del Carmen. Con todo esto, el descuido sobre el templo llevó a la venta de su retablo mayor, al que anteriormente nos referimos, en el año 1890, llevándose a la Iglesia de Santo Domingo de Murcia, donde desapareció en 1936.
La desaparición de los carmelitas en Liétor no generó efectos negativos en la devoción a la patrona de la Orden, que sigue creciendo con los años, continuándose el culto a esta advocación que terminó imponiéndose a la anteriormente referida del Espino, cuyos orígenes, según Navarro Pretel, los podemos encontrar probablemente en el primer cuarto del siglo XVII, alcanzando el patronazgo sobre Liétor en el año 1691.
Según la tradición, plasmada en el Pensil del Ave María de Villalba y Córcoles (7), la Virgen se apareció en un espino a Gil de Cantos, salvándolo del ataque de una culebra. En agradecimiento, Gil de Liétor, como sería conocido posteriormente, trajo desde el puerto de Alicante una imagen de alabastro que sería entronizada en el altar mayor de la Parroquia de Santiago, construyéndosele después una capilla, y en ella, ya en el siglo XVIII, un fantástico retablo barroco aún conservado.
Como ya indicamos, la devoción a la Virgen del Espino mermó a favor de la devoción a la Virgen del Carmen, lo que se materializó en la pérdida de la imagen de la antigua patrona en el siglo XIX, quedando el camarín huérfano de imagen mariana. Esto favoreció que, tras el cierre del convento y progresivo deterioro de la iglesia de éste, la imagen de la Virgen del Carmen fuese trasladada a la Parroquia de Santiago, y adaptado el bacaporte del camarín a su nuevo retablo del Espino. Hecho que no podemos dar por seguro hasta 1909, año en el que la Hermandad de Nuestra Señora del Carmen reclama el patronato oficial sobre Liétor de su Virgen titular, alegando el párroco la ausencia desde muchos años atrás de una imagen de la patrona oficial.

En 1950, el Ayuntamiento de la localidad encarga al escultor alicantino José Sánchez Lozano una nueva imagen de Nuestra Señora del Espino, que presidirá de nuevo el retablo al que da nombre en la Parroquia de Santiago, acotándose la presencia de la Virgen del Carmen en el templo solo los días de su novenario y festividad en el mes de julio, costumbre que actualmente ha desaparecido, centrándose su culto solo en la iglesia del convento.
En relación a sus cultos, populosas fueron las procesiones de la Virgen del Carmen por las abigarradas calles de Liétor, acompañada por las imágenes de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz. Perfecta muestra de la religiosidad propia del siglo XVIII que, desgraciadamente y en la actualidad, se perdió, para que cada 16 de julio la única protagonista del cortejo sea la imagen de la Virgen.
En nuestros días, el ruinoso convento letuario sigue asomándose gallardo a la vega del río Mundo, y constituye uno de los símbolos de la población albaceteña, perfecto ejemplo de la simbiosis entre arte y naturaleza. Vetusto es Liétor, y entre sus muros de cal y canto, ladrillo y piedra, guarda una pequeña joya, que urge de una pronta y correcta restauración, que desde estas líneas reivindicamos, la cual devolvería el esplendor y la belleza original que Francisco Salzillo plasmó sobre la madera con la gubia y el pincel.
AUTOR DE LOS DATOS HISTORICOS: Francisco Javier Donate Córcoles. Licenciado en
Historia del Arte y Humanidades por la Universidad de Castilla de La Mancha.

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